La amplia sonrisa delata su satisfacción al ver a sus dos hijos realizados. Y el brillo de sus ojos refleja su felicidad cuando recuerda el día en que fue madre. Gloria Rodríguez, de 53 años, repasa con añoranza su historia de alegría y tristeza junto a sus hijos, Maritza y Andrés. No contó con el apoyo de su esposo, por lo que tuvo que ampliar su rol de madre al de padre, amiga, confidente… Incluso tuvo que saldar deudas y solventar gastos del hogar.

Gloria, oriunda de Bolívar, recibió la noticia de que tendría un hijo por primera vez a los 20 años. Sintió temor, ya que no sabía las claves para ser una buena madre. Con el paso del tiempo se dio cuenta de que la estrategia se arma cada día. En su caso fue impartir valores como la responsabilidad y la lucha por los ideales. Cree que lo hizo bien.

Una de las etapas más tristes fue la separación de su pareja. Ella sentía que la decisión devastaría a sus hijos, por lo que trató de compensar la falta total de su exesposo con más cariño y rectitud hacia ellos. “No podía dejar que se desvíen de su camino”. La separación conyugal le dejó deudas y gastos altos. Esto no fue impedimento para que sus hijos estudien y se preparen. Tuvo que alargar su jornada laboral y conseguía un sueldo básico.

No podía pasar el tiempo suficiente con mis hijos.

En esos momentos, el apoyo de “su equipo” -sus hijos- fue determinante. Maritza, ahora de 32 años, apoyaba en el cuidado de Andrés; le daba de comer, le ayudaba en las tareas y lo acompañaba al ‘cole’. “Es mi compañera y mi amiga” , dice orgullosa. La salida de su hija al exterior fue complicada porque fraccionó al equipo de Gloria. El trípode se quedó sin una de sus patas. Su partida fue dolorosa; pero el dolor se aplacó con la alegría de que su hija regresó convertida en profesional y en una excelente mujer. El mismo sentimiento surge cuando ahora ve a su hijo lleno de proyectos.

Los años han pasado y Gloria siente que llegó la hora de cosechar los frutos de su trabajo. Se siente más libre y con menos presión. Ya no cocina, prefiere disfrutar de unos postres en una cafetería. Otras de sus pasiones son la bailoterapia y su trabajo como secretaria en Carapungo. Y, por supuesto, disfruta de sus nietos. Los consciente y los ama con locura.

¿Cómo ve su futuro luego de criar a sus hijos sola? Sonríe y expresa con firmeza:

No soy mujer de cuatro paredes; quiero viajar y disfrutar de la alegría de ser mamá y amiga de mis hijos.

Pierina Macay

Sus hijos son el motor para avanzar en el trabajo y emprender sueños.

Pierina se convirtió en mamá a los 14 años. Debió abandonar el colegio por un tiempo, pero cuenta que ha superado múltiples obstáculos de la mano de su pareja, Milton Rodríguez. “Siempre motivo a las mujeres, en especial a quienes son madres a corta edad, a no ser dependientes. Solo nosotras podemos cambiar nuestra vidas y las de nuestros hijos”.

Rosa Pintado

Su vida transcurre entre cuidar a los hijos y recordar a su esposo.

Rosa está decidida a seguir luchando por el amor y la entrega a sus hijos. La pequeña casa de ladrillo está inconclusa. No tiene alcantarillado ni agua potable, pero tener un techo para sus hijos la tranquiliza. “Ellos son mi vida y me dan las fuerzas que necesito para no bajar los brazos”.